"EL CHILAM BALAM" DE CHUMAYEL.
El Chilam Balam de Chumayel procede de la comisaría de Chumayel, municipio de Tekax, Yucatán; se supone que el compilador fue un
indígena llamado Juan José Hoil, de Yucatán, ya que su nombre aparece en la
página 81 del manuscrito, al lado de la fecha 20 de enero de 1782.. Luego pasó a manos de Justo Balam, quien era, presumiblemente, un sacerdote o
su secretario. Para los mayas, el arte de
profetizar era posible porque creían que el tiempo era una sucesión de ciclos
cósmicos y que los acontecimientos, dependiendo de estos ciclos, podían
repetirse. Así, a los chilames se les consideraba intérpretes
de los mensajes de los dioses.
Balam significa "jaguar" o
"brujo", y es, en realidad, un nombre de familia. Se dice que Chilam
Balam fue un taumaturgo, un sacerdote del pueblo de Maní que vivió poco antes
de la Conquista y que tenía gran reputación como profeta. Cuentan que junto con
otros sacerdotes, llamados Napuctun, Al Kauil Chel, Nahau Pech y Natzin Yubun
Chan, predijo la llegada de una nueva religión; tras la Conquista, esto se
interpretó como un aviso de la llegada de los españoles y del cristianismo.
Generalmente, las profecías se
encuentran en los libros sagrados; de ahí derivó el llamarles genéricamente
chilam balames. Cada poblado escribió su propio libro, por lo que existen
chilam balames de numerosas poblaciones; entre ellas: Maní, Tizimín, Chumayel,
Kahua, Ixil, Tekax, Nah y Tusik; el más conocido es el Chilam Balam de Chumayel.
La mayor parte de los textos del Chilam
Balam de Chumayel son de índole religiosa; destacan, particularmente, los
fragmentos relativos a los mitos cosmogónicos, sin aparente conexión entre
ellos. Otros son de carácter ritual, calendárico o
astronómico; existen también textos históricos acerca de los principales grupos
mayas yucatecos y lo que les aconteció tras la Conquista. La obra concluye con
las célebres profecías sobre la llegada de una nueva religión realizadas por el
Chilam Balam histórico y otros taumaturgos.
Los escritos míticos y proféticos están
redactados en un lenguaje de alto contenido simbólico y con múltiples
significados, en el cual se emplean metafóricamente objetos, colores y seres
naturales para expresar ideas. Es evidente que con esta escritura se pretendía
no sólo dar a los textos un carácter esotérico, sino ocultar a los profanos su
significado verdadero.
"EL POPOL VUH"
El Popol Vuh es sin lugar a dudas el más importante de los textos mayas que se conservan. Se distingue no sólo por su extraordinario contenido histórico y mitológico, sino por sus cualidades literarias, las que permiten que se le pueda colocar a la altura de grandes obras épicas como el Ramayana hindú o la Ilíada y la Odisea griegas. Como éstas, el Popol Vuh no es un simple registro histórico, es, a final de cuentas, una declaración universal sobre la naturaleza del mundo y el papel del hombre en él.
El contenido se puede dividir en los siguientes apartados:
La creación. En la primera parte del Popol Vuh, los dioses hacen surgir del mar primordial los valles y las montañas, y crean las plantas y los animales. Deciden crear a seres que los veneren y les hagan ofrendas. Los tres primeros intentos fracasan; en el primero las criaturas son los animales de cuatro patas y las aves, pero como son incapaces de hablar deciden hacer un segundo intento. En éste forman una criatura de lodo, pero ésta se disuelve al mojarse. En el tercer intento hacen hombres de madera, pero éstos son incapaces de venerarlos, por lo que deciden castigar su soberbia con un huracán y provocan que sus animales, sus herramientas y las piedras de sus casas se vuelvan contra ellos; los monos son los descendientes de aquellos hombres de madera. En el cuarto intento logran su propósito y crean al hombre, al que forman con maíz. Estos hombres, que saben cumplir sus obligaciones con sus creadores, son capaces de ver todo, en el tiempo y en el espacio, por lo que los dioses deciden nublar su visión. Ésta es la humanidad que ahora puebla la tierra.
Los héroes divinos. Además del recuento de la creación del mundo y los hombres, en el Popol Vuh se relatan las aventuras de los héroes divinos, que limpian de obstáculos para el hombre al mundo y establecen las pautas de conducta adecuada para la humanidad. En esta parte del libro los protagonistas son varias parejas, comenzando por Xpiyacoc y Xmucané, seguidos por sus hijos, nueras y nietos. Xpiyacoc y Xmucané fueron los primeros ajq’ij, “guardianes de los días”, los adivinos que interpretaban los augurios del calendario sagrado de 260 días. Tiempo después, Uno y Siete Hunahpú procrearon juntos a otra pareja de gemelos llamados Hunahpú y Xbalanqué, cuya madre fue Xkik’, hija del señor del inframundo. Las aventuras de estos dos últimos gemelos transcurren en dos escenarios. El primero es la superficie de la tierra; el segundo, el inframundo, el Xibalbá. Los eventos en cada escenario aparecen combinados: los héroes pasan de la faz de la tierra al inframundo y viceversa. Esos movimientos, con los de los otros participantes en las historias, prefiguran los movimientos del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas.
Historia del linaje quiché. El resto del libro relata la historia del linaje quiché, cuyos fundadores se encontraban entre los primeros seres humanos, desde aquellos tiempos inmemoriales hasta después de la conquista española.
Las imágenes que se muestran fueron realizadas por Diego Rivera en 1931 para ilustrar una traducción al inglés del Popol Vuh realizada por John Weatherwax, quien solicito a Rivera las acuarelas, aunque no llegó a publicarlas. Recientemente el Fondo de Cultura Económica realizó una edición con esas láminas.
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